Gracias a Dios, existían buenas series que lograban que mis horas fuesen entretenidas y divertidas. Como olvidar a Clarissa, lo explica todo, Sabrina, la bruja adolescente, El fantasma escritor, Le temes a la oscuridad?, Escalofríos, Las aventuras de Sherley Holmes, Eerie Indiana, Pete & Pete y mi preferida: Chiquititas.
Con Clarissa disfrutaba a lo grande con las ocurrencias que planteaba en cada episodio, esa alocada adolescente trataba de entender quién era realmente, juro que quería un cuarto como el de ella, y moría por tener una ventana con escaleras por la cual un amigo llamado Sam también subiera, (hahaha).
Sabrina, a sus 16 años se entera que es una bruja, si ya es difícil ser mujer, tener 16 y pasar por plena adolescencia imagínate enterarte que eres una bruja y aprender a vivir con la magia.
Soy una amante del terror y el suspenso, por eso a “Le temes a la oscuridad?” y “Escalofríos” los esperaba con muchas ganas, cada capítulo era muy interesante. Siempre quise hacer una fogata en el bosque (jajajaja) y echarle ese polvito para que hiciera la mini explosión que ocurría antes de que alguno de los chicos empezara a contar la historia.
Sherley Holmes era lo máximo para mí, quería usar un uniforme escolar con corbata como el de ella y una vida tan emocionante, no podía creer como alguien de esa edad podía tener tantas aventuras durante 30 minutos, es que parecía que los misterios la encontraban a ella y no al revés.
Adoraba ver a Eerie Indiana, esos dos niños vivían en un pueblo bien raro, hay un capitulo memorable donde descubren que uno de sus vecinos dormían en envases plásticos.
Y CHIQUITITAS… Chiquititas me enseno sobre la amistad, la libertad y la vida misma. Ese “rincón de luz” inundaba mi corazón con la mayor de las alegrías. Cada uno de los personajes se internó en mi corazón y me hicieron sumamente feliz. Todos los capítulos resultaron (para mi) una lección de amor. Ese hogar de huérfanos tenía más amor del que podía calcular mi mente, y Belén se convirtió en la mejor amiga que uno podía imaginar tener.
Gracias Romina, tu hiciste que mis tardes no fuesen frías, llenaste mi vida de color y aprendí a disfrutar cada minuto de mi niñez con la sublime satisfacción de que más nunca volverá, se estas con Dios llena de paz y amor.
Romina Yan, 5 de septiembre de 1974 - † 28 de septiembre de 2010 |